jueves, 8 de abril de 2010

Notas de Arte de Jean Emar Estudio y recopilación de Patricio Lizama



"Notas de Arte" de Jean Emar Estudio y recopilación de Patricio Lizama. Ril-Dibam, 215 páginas. Historia de un cronista adelantado

Por Macarena García González Artes y Letras de El Mercurio. Domingo 8 de Febrero de 2004

"¿Qué pide del arte cada buen señor que después de sus desvelos diarios visita una exposición, escucha una sonata, hojea un libro? Podría responderse con mil frases hechas y otros mil lugares comunes: 'Pido una evocación de belleza que me haga sentir que no todo es miseria en esta tierra", "pido representación de los altos sentimientos de la humanidad', 'pido pureza, armonía, tonos delicados, acordes hondos, párrafos vibrantes'. Y etcétera. Mas todo ello es mentira. Cada cual va en busca de un halago, va a recibir un piropo, va a ver su propia imagen reflejada en óleo, notas o palabras".

Irónico y antiburgués fue Juan Emar desde éste, su primer artículo publicado un domingo de abril de 1923. Quien después fuera uno de los narradores más inclasificables de la literatura chilena, comenzó su escritura como articulista, donde, sin condescendencias de ningún orden, pretendió explicar los postulados del "arte nuevo" a un público que se resistía al cambio. Su rol era divulgar lo aprendido y vivido en el ebullente París de los años '20, donde el entonces pintor chileno se paseaba por los talleres de Montparnasse con Picasso y Juan Gris. Este joven, originalmente llamado Álvaro Yáñez Bianchi, era hijo del importante político liberal Eliodoro Yáñez, propietario por esos años del diario La Nación. De ahí que a su regreso a Chile, en 1923, se atrincherara en una página del periódico para dar a conocer la vanguardia y criticar el atrasado mundo del arte chileno. Firmaba como Jean Emar, un seudónimo adaptado de la expresión francesa "J'en ai marre", estoy harto, según él desde el día de su regreso. No estuvo solo en esta empresa. En la página también escribe la recién retornada Sara Malvar, quien a veces firma como Riana Fer ("Rien à faire" o "nada que hacer"). Las ilustraciones son del entonces desconocido pintor Luis Vargas Rosas y de Herminia Yañez, mujer de Emar. Todos vienen llegando de París con ilusiones de instaurar un movimiento de vanguardia en Chile, cosa que no sería fácil. Tiempo después Emar recordaría: "Se indignaron. Casi nos matan". Eran años en que la distancia entre nuestro país y Europa era abismante. La pintura chilena era mejor en cuanto imitaba más fidedignamente la realidad y el paisaje autóctono, mientras que en París se vivía la experimentación constante de la vanguardia, que dio origen a movimientos como el cubismo, surrealismo y futurismo. Patricio Lizama, responsable de la publicación de Notas de Arte (Ril-Dibam), que recopila los escritos de Jean Emar en La Nación, explica que a Emar le interesaba hacer entender la "razón de ser" de esta nueva sensibilidad y que por ello dedica sus primeros artículos a explicar de dónde surge la pintura moderna, para luego hacer un bosquejo del momento actual. "Él no es un crítico, es mucho más que eso", explica este estudioso de la obra emariana, "tiene una concepción privilegiada de los problemas del arte y a la vez sabe leer muy bien lo que ocurre en la sociedad chilena. Conoce a sus destinatarios y los problemas de la pintura en la época". Es un proyecto orgánico, ambicioso y de gran envergadura. Emar lucha en varios frentes. Por una parte, despliega un inusitado esfuerzo didáctico para hacer entender estos nuevos postulados y por otro ataca al campo cultural chileno que a través de sus instituciones (el museo y la Escuela de Bellas Artes) mantiene "atados" al arte y a los artistas. No se queda corto y propone soluciones: "¿Por qué no todo el gran edificio que hoy es museo se convierte en talleres? Un museo que nadie visita porque no tiene ningún interés. Todo eso, ¡talleres! Esa es mi idea". Pronto se encontrará chocando con el hermético mundo del arte chileno. Pero Emar, en esos años, es incansable. Tomando las riendas de la anhelada modernización instala, en conjunto con sus amigos pintores, la Academia Libre Montparnasse que al más puro estilo parisino pretendía recibir alumnos para que experimentaran sin dictadura de los profesores en las nuevas formas de la pintura y el dibujo. Sin embargo, este utópico espacio debió cerrarse al cabo de dos meses por la falta de adeptos. Emar no acaba allí sus propuestas sobre la enseñanza y sugiere cerrar la Escuela de Bellas Artes y enviar a sus docentes a su amado París para que se impregnen de la nueva sensibilidad. Años más tarde, eso ocurriría, aunque cuesta saber cuán influyente puede haber sido la propuesta de Emar. Josefina de la Maza, egresada de teoría del arte de la Universidad de Chile, que se encuentra corrigiendo su tesis sobre la labor crítica de Juan Emar, afirma que le llamó la atención el hecho de que él nunca se refiriera a obras específicas en sus escritos: "Él se refiere a lo que rodea la obra, al aparataje institucional, al discurso social y político; en este sentido, lo que hace es crítica cultural". El mismo Jean Emar hace explícito este enfoque en el primer artículo en que se refiere directamente a una muestra (la que realizó el Grupo Montparnasse): "No pienso hablar de las obras expuestas, marcando, según mi criterio, las cualidades y flaquezas de ellas. La crítica, como la pintura misma, no hay que limitarla. Las obras allí están y basta". Su postura se opone a la de otros, a quienes ataca frontalmente: "El señor Yáñez Silva es un crítico de profesión que bien en serio toma su rol. Aun más, lo extiende hasta transformarse él en un guía luminoso del arte de pintar. Cada vez que un pintor muestra su cuadro bueno, al parecer de este crítico, le felicita por haber seguido sus sabios consejos y cada vez que un pintor cae en un error, suavemente, dulcemente, el señor Yáñez Silva, con gestos de nodriza, le pregunta por qué ha olvidado sus sabios consejos". El historiador de arte Gaspar Galaz afirma que el escritor y pintor chileno abrió un terreno "ignoto" en la escritura sobre el arte. "Él es el primero en reflexionar en torno al arte, en pensar el arte, en concebir artistas que piensen antes de hacer. Uno de los pocos que comprendieron lo que pasaba en una época en que no deben haber sido más de 25 los que entendían". Emar sería un visionario, para muchos el conductor espiritual del movimiento de vanguardia chileno; para otros, un adelantado que no tiene parangón en los pintores del momento que asimilaban demasiado tímidamente los postulados del arte moderno.

El fin de la trinchera

En 1927, Jean Emar se encontraba en París comandando una agencia de La Nación que despachaba los últimos giros del arte moderno en la capital europea. Era un proyecto ambicioso del periódico de Eliodoro Yáñez, que sin embargo no duró mucho. Al poco tiempo de asumir Ibáñez la presidencia del país, la empresa periodística fue expropiada, quedando Emar sin trinchera desde donde proclamar las verdades del arte nuevo.

Pronto debe volver a Chile, donde algunos de sus anteriormente protegidos, como Camilo Mori, eran ya autoridades de la institución artística. Aquellos marginales pintores que había defendido formaban parte de las estructuras de poder. Su rol había quedado desplazado y ya no será quien llevará la bandera de la vanguardia. El protagonista de esos años es Vicente Huidobro, quien organiza una tertulia que persigue el mismo afán modernizador que le había quitado el sueño al equipo de La Nación. A ésta asistía Emar, pero bastante más desganado que cuando en 1923 le escribía a su amigo poeta que de todos modos tenía fe y esperanza en su proyecto. A finales de esa década el escritor ve uno de sus sueños realizados. La Escuela de Bellas Artes se cierra durante un año y con el presupuesto sobrante se envía una comitiva de alumnos y profesores a perfeccionarse a Europa. Pero no en busca de pintura moderna como hubiera gustado Emar, sino a aprender artes aplicadas. Por esto resulta difícil verlo como un logro de su comprometida escritura. Más bien, como apunta Justo Pastor Mellado, es parte de la política nacionalista y antioligárquica del gobierno de Ibáñez, que buscaba transformar a esa masa de inútiles pintores en eximios artesanos. Jean Emar sigue estas polémicas de lejos. Por esos años se está chilenizando a Juan Emar, nombre con el que firmará algunas de las más interesantes novelas de la narrativa chilena, que aparecen a mediados de los '30. No volverá a hacer periodismo ni intentará explicar al público lo que éste no quiere entender, si bien sigue irritándose al conocer las concepciones del arte que tienen las autoridades de la época. Responderá en sus novelas, especialmente en Miltín, 1934, donde ridiculizará a los críticos pictóricos y literarios de la época, afirmando que de nada valen. No vaciló en poner con nombre y apellido a todos sus odiados, asegurándose la indiferencia (y el rechazo) de la crítica. Y es que había renunciado también al público: "¿La publicación de lo que escribo? No pienso jamás en ella. ¿Lo que se dirá y lo que alegarían todos al leerme? Tampoco pienso, pues yo tengo un sentido del trabajo; el trabajo es de por sí y es totalmente ajeno a nosotros; uno lo que hace es ir acercándose a él y traducir lo que ve al llegar a su lado". Emar había abandonado todo el esfuerzo didáctico que caracterizó su redacción en las Notas de Arte. Al poco tiempo se retira a escribir la monumental Umbral, de la que pese a completar 5.000 páginas nunca consideró acabada. Sus novelas no fueron escritas para ser entendidas. O al menos, como afirma Lizama, no para ese época. Emar dejó la lucha por el momento y, retirado en el campo, luchó tal vez por un pedazo de posteridad.

Edición facsimilar

"Notas de Arte" es un pedazo de patrimonio hecho libro. En formato tabloide, incluye una introducción hecha por Patricio Lizama, jefe del departamento de literatura de la Universidad Católica y la totalidad de los artículos escritos por Emar entre los años 23 y el 27 en el diario La Nación. Incluye además una reproducción de las páginas originales en las que se pueden leer los artículos escritos por los colaboradores y observar las ilustraciones hechas por Vargas Rosas y otros pintores de la época. Todo ello con una atractiva diagramación ideada por Ernesto Guajardo, de Ril Editores. Estas "Notas de Arte" no se refieren sólo al acontecer plástico, sino también a otras disciplinas como el cine, la música, la literatura y la arquitectura, si bien estos temas son tratados más esporádicamente. En los escritos se alterna entre distintos géneros como el comentario, la crítica, la crónica, el ensayo y la entrevista, según se adecue al tema, siempre con un tono reivindicativo. Esta publicación viene a completar el esfuerzo hecho por el propio Lizama y la Dibam, que en 1992 publicaron algunos de los artículos del escritor chileno. Ahora, además de incluirse la totalidad de éstos, se adjuntan los originales, lo que permite seguir el trabajo de los colaboradores y dibujantes.