María Flora Yáñez
La imposibilidad del
amor
Aldo
Astete Cuadra
Universidad
Austral de Chile, Magíster en Literatura Hispanoamericana Contemporánea E-mail: aldo_ast27@yahoo.es
Este trabajo estudia tres obras de María Flora Yáñez
(Mari Yan): su intento es identificar conflictos existenciales propios de las
mujeres de mediados de siglo XX. Para
ello se analizan las tres primeras novelas: El
abrazo de la tierra, Mundo en sombra y Espejo sin imagen, desde una óptica
feminista propuesta por las investigadoras estadounidenses Gilbert y Gubar en
su estudio La loca del desván, que
develará las dificultades de sus personajes de Yáñez para desarrollarse en un
ambiente masculinizante. En este trabajo se destaca la incorporación de la
recepción crítica de las obras en cuestión y de la distancia en el tiempo que
permite su análisis.
Palabras
clave. Feminismo, literatura, ángel de la casa, ángel de la muerte.
0.
INTRODUCCIÓN
Las tres novelas estudiadas son El abrazo de la tierra, 1933 protagonizada por Ana María, novela
que recibiera una recepción crítica positiva y alentadora; Mundo en sombra, 1935 de comentarios dispares y en que el
protagonismo se reparte entre Gabriel e Irene; y finalmente Espejo sin imagen, 1936 obra en que Mari
Yan alcanza mayor altura narrativa, su protagonista es Clarisa y esta novela es
la que obtiene mejor recepción crítica de las tres. En este corpus, encontramos
como tema central la temática del amor, que se repetirá con ciertos matices,
pero que en definitiva siempre quedará inacabado, principalmente por la pugna
moral de sus protagonistas, el miedo a cortar los vínculos que las atan a una
tradición ancestral y finalmente el determinismo trágico que estas
protagonistas cargan y que pareciera ser común a la mujer de aquella época.
Las novelas de María Flora Yáñez (Mari Yan) están
insertas en el periodo álgido para la lucha feminista en Latinoamérica y en el
mundo. Las necesidades de equipararse en igualdad de condiciones con los
hombres en un amplio espectro social, político, económico y sentimental se
hacen evidentes en los temores y dificultades que las protagonistas enfrentarán para realizarse afectivamente
ante un sistema de creencias anquilosado y patriarcal. Lo que nos proporcionará
una referencia especular de la sociedad y de las mujeres de la primera mitad
del siglo XX.
Una lectura general de Sandra Gilbert y Susan Gubar,
permite observar en la literatura femenina de los siglos XVIII, XIX e inicios
del XX un carácter intimista, en que los
sentimientos afloran contradictorios y sus protagonistas se encierran, llenándose
de inseguridades, temiendo amar y ser amadas, obedeciendo a una tradición que
les impide revelarse y emprender sus propias revoluciones en diversos planos de
lo cotidiano. Todas estas dificultades están enraizadas, según las autoras, en
la construcción que la literatura clásica ha levantado en torno a la figura de
la mujer y que se grafican como: El ángel
de la casa o de la muerte, la loca del desván, la mujer monstruo, bruja,
por nombrar algunas y estas imágenes construidas por la tradición terminan
reproduciéndose en sus propios intentos de autoría, lo que indica el grado de
arraigo de la tradición occidental en las mujeres de todo el mundo.
Debido a ésta y otras maneras de pensar de la
sociedad europea es que surge a comienzos del siglo XX en Europa una
efervescencia de mujeres feministas que exigen igualdad de derechos y posibilidades
en todas las áreas, lo que más tarde se replicará con la misma fuerza e
insistencia en Latinoamérica: el derecho a sufragio, la incorporación de la
mujer como mano de obra calificada y profesional, la incursión en el arte y la literatura,
etc. La mujer intenta dejar atrás siglos de opresión patriarcal en una lucha
social que reviste dificultades contradictorias, pues no sólo los hombres
coartan estos anhelos feministas, también un número importante de mujeres perciben
normalidad en sus vidas afirmando que la organización familiar y social debe
continuar desarrollándose como lo ha sido en el caso de sus abuelas y sus
madres. Aquellas
escritoras dispuestas a desmarcarse de la tradición
deben desoír esas voces ancestrales, externas e internas que le dificultan el
andar, pero son sus propios miedos e indefiniciones los que presentan las
peores dificultades. Podemos ver como María Flora se cuestiona su talento y
evidencia sus miedos en su diario de vida.
¿Qué
me ofrecía el futuro? ¿Conseguiría ser novelista, liberarme de mi yo por medio
de la pluma? ¿Conseguiría dominar mi mente al desahogar esos desconciertos que
me asaltaban? ¿Tendría el talento necesario para expresarme? ¿O sería siempre,
como secretamente lo deseaban mis padres, la niña bien o la burguesa que sigue
un camino trazado de antemano? ¡No y no! La verdad es que no nací para tal
existencia. Debo convertirme en escritora o en actriz aunque tenga que
destrozarme en la lucha […] Pero… una mujer se ridiculiza si no escribe algo
genial o, por lo menos, excelente; un hombre puede escribir cualquier obra
insignificante. Para el sexo débil no existe término medio: o gran talento o
nada. ¿Y yo tendré talento? (105 p. 106, Historia de mi vida)
Lo visión ideal de la mujer que impera en la
sociedad tradicional de la época, es la de una mujer que Gilbert y Gubar han
llamado ángel de la casa una mujer pura,
ingenua, carente de personalidad y de un yo, con la principal intención de
agradar al hombre. Esta visión Victoriana es la que prevaleció durante el siglo
XIX e inicios del siglo XX. Además se editaban manuales de costumbres
orientados al público femenino para la masificación del estereotipo femenino
que la sociedad esperaba. Fue tanta la influencia y el poder de esta imagen que
en literatura la mujer aparecía positivamente retratada tanto por escritores
como por escritoras. Esto lo podemos ver en Mundo
en sombra, que imita el ideal femenino al describir a Berta ante los ojos
de Gabriel:
“Frecuentemente encontraba a la muchacha sin aliños,
de manga arremangada, ocupada de los menesteres de la casa, toda rosada y
olorosa a sudor de mujer joven y sana.” (p. 66). Esta imagen es precisamente la
que termina por convencer a Gabriel, el protagonista de esta novela, para
casarse con la muchacha que demuestra docilidad y abnegación. Sin embargo,
estas mujeres, al tomar conciencia de su posición concluyen que ser abnegada es
estar muerta, ángel de la muerte, o
por lo menos muy enferma como Clarisa, protagonista de Espejo sin imagen “Estoy enferma de ansia, de proyectos. No pensar.
No sentir. Cerrar los ojos y esperar…” (p. 104)
También existe la visión de la crítica literaria
sobre el tipo ideal de una escritora y sus creaciones, enfrentándonos a
comentarios misóginos en relación a las obras de María Flora Yáñez como los
de Fernando Durán V. Mundo en sombra 15 de agosto de 1935
La
lógica no es precisamente el fuerte de las mujeres y ello se echa de ver a
menudo cuando escriben. La pluma femenina descuella en el trazado cuidadoso de
los detalles, en la pintura menuda de los sentimientos […] Una novela de mujer puede
ser excelente si se le considera en los elementos que la integran, rara vez
llega a serlo en la combinación armónica de los mismos […] La novelista ha
perdido de vista su tema y lo único que le interesa es aparecer a tono con las
conquistas modernas, exhibir un conocimiento y una comprensión cabales de todo
cuanto, con razón o sin ella, ha querido señalarse como propio del arte actual,
y propio, por lo mismo, de los espíritus selectos de la época. Y aquí está su
error. El mismo Gabriel y la exótica Irene padecen de este mal. La inquietud.
La voluptuosidad auto-destructora del primero y la complicación sin asunto de
la segunda, falsean el trazado de esta novela que pudo ser excelente y sólo es
mediocre. Sobre todo Irene. Viéndola hacer una vida artificial, de teatro de
Bataille, como si fuera la sacerdotisa de un rito esotérico, nos acordamos de
la frase que alguien escribió a propósito de estas mujeres extrañas “nuestro
error respecto de la mujer, consiste en que a menudo buscamos un vasto
mecanismo donde apenas hay un mísero resorte.”
Esta opresión provocada por parte de la crítica
literaria a las mujeres que se atreven a escribir o como dirán Gilbert y Gubar,
probar la pluma, queda de manifiesto
en sus vidas por la asiduidad con que las autoras se vuelcan a escribir diarios
de vida y memorias que permiten identificar sus problemas íntimos, sociales y
literarios de una época compleja para el quehacer femenino. También encontramos
en sus personajes, en el estilo y en los fantasmas que acosan a las protagonistas
de sus novelas, mujeres que describen un mundo íntimo, hacia adentro, en que
los espejos no son capaces de reflejar su interior que las enferma, debilita y
empalidece; mundos cotidianos, monótonos, oscuros y repletos de amores
imposibles u opresores que se transformarán en únicas vías de escape o peor aún,
en el fin de las ilusiones. Parece ser un juego de todo o nada, en que estas
mujeres reprimidas llevan las de perder. En Espejo
sin imagen sorprende encontrarse ya muy avanzada la novela, con que se
trata de un diario de vida que sigue Clarisa y que le servirá para decir lo que
no puede y desahogarse, como se ve en la siguiente cita.
Siento
hoy, imperioso, el impulso de confiarme como antes a este diario. ¿Para qué?
Tal vez cual una fuga desesperada de la realidad […] Sí. Fugarme de los hechos
brutales y entrar de nuevo, como a un refugio, en este mundo bien mío, sólo
mío, que creó mi pensamiento y que se fue poblando, día a día, de ensueños, de
fantasmas […] (p. 133)
1.
TRES LIBROS, TRES HISTORIAS DE AMOR.
En Mary Yan y su obra, es posible ver las
principales dificultades que de acuerdo a Gilbert y Gubar han debido enfrentar
las mujeres que se dedicaron o incursionaron en la literatura y que se observan
en estas citas “No sólo es una mujer que prueba la pluma una intrusa y una
criatura presuntuosa, sino que es absolutamente irredimible: ninguna virtud
puede contrarrestar la falta de su presunción porque ha cruzado grotescamente
los límites dictados por la naturaleza.” o “La literatura no puede ser el
propósito de la vida de una mujer, y no debería serlo” Similar será la visión de algunos críticos
literarios ante la obra de María Flora Yáñez, comentando aspectos que sugieren
cierta visión paternalista sobre la literatura y su tradición masculina.
Este
es el comentario crítico realizado por Fernando Santiván en El Mercurio con fecha 3 de noviembre de
1933, quien comenta la segunda novela de Mari Yan Mundo en sombra, pero que introduce su comentario aludiendo a la
primera:
No
hemos vuelto a leer “El abrazo de la tierra”. El ambiente campesino perduraba
en él, por encima de los caracteres. Resultaba así, por exceso de timidez de la
autora o por respeto del medio ambiente, una novela escrita para niñas
solteras.
La visión patriarcal hace que mujeres como Anne
Finch protesten diciendo que: “la pluma ha sido definida no sólo de forma
occidental, sino esencial, como una <> masculina y,
por lo tanto, no sólo es inapropiada para las mujeres, si no que les es
realmente ajena”[1]
Gracias a esta visión patriarcal es que se entiende plenamente que Omer Emeth, en
Crónica Bibliográfica, 5 de abril de 1934, realiza un excelente comentario del
estilo y de las proyecciones de Mari Yan, hasta que escribe lo siguiente:
Yo
nunca tuve la sensación de habérmelas con la obra de un profesional. Mari Yan
escribe, al parecer, sin esfuerzo. Diríase que ha tomado la pluma por mero
entretenimiento. Escribe como quien charla a la hora del té o del bridge, lo
cual, fuera de ser una gracia muy atractiva, constituye una originalidad bien
femenina. Así es, a juicio mío, como debe escribir la mujer inteligente.
Desde que nacemos aprendemos normas sociales que se
erigen de acuerdo a parámetros masculinos, La socialización, según Berger y
Luckman, 1966, es la asimilación o toma de conciencia de la estructura social
en donde un individuo nace y se desarrolla. La socialización se divide en dos
tipos que marcan nuestro comportamiento social a futuro: la socialización
primaria en que se adquieren las primeras capacidades intelectuales y sociales,
y que juega el papel más crucial en la constitución de nuestra identidad
actuando principalmente la familia como proveedor de sentidos. La socialización
secundaria, es un proceso más prolongado en que instituciones específicas como
la escuela, la universidad, el trabajo y las amistades, proporcionan
competencias específicas, más abstractas y definibles. En todo este proceso de
formación está la alienación patriarcal presente y este estado inflexible se
aplica en todo orden de cosas, puesto que la sociedad tiende a reproducir una
cultura que es vista como beneficiosa para aquellos grupos que pueden sacar
mejor partido de esta reproducción. De acuerdo a lo que plantea P. Bourdieu “El campo del poder es el espacio de las
relaciones de fuerza entre agentes o instituciones que tienen en común poseer
el capital necesario para ocupar posiciones de poder en los diferentes campos
(económico y cultural en especial).”[2]
Deducimos entonces que el poder del campo literario siempre ha estado en el
patriarcado, aunque Bourdieu lo explica en relación al capital, también podemos
vincularlo a las esferas del poder político y social ampliamente dominado por
hombres y que terminan por establecer parámetros masculinizantes que cohíben la
creación literaria femenina. Recordemos que Mari Yan no publica hasta la muerte
de su distinguido e influyente padre, las razones, ella las da a conocer en entrevistas,
he aquí una concedida a Georgina Durand en 1941.
Su
personalidad muy fuerte absorbía la nuestra, y así se explica que mi hermano y
yo sólo hayamos publicado después de su muerte. Con el interés y la ternura que
me profesaba, mi padre no habría permitido que yo entregara una línea al
público sin corregirla él antes. Esto me cohibía: yo deseaba actuar por mí
misma, sin influencia alguna, ni siquiera la suya.
El
día antes de morir me dijo: Que sea muy delicada… ya lo sabes… tu novela… Lo
que desearía en ti, como característica literaria, es una sobriedad casi
clásica. No lo olvides.[3]
Esta forma patriarcal de conducirse ha llevado a las
mujeres escritoras a tener una serie de dificultades para demostrar su valía.
Estos problemas han sido estudiados permitiendo identificar aspectos
controversiales de mayor preeminencia en el desarrollo de sus textos literarios
que evidencian en manifestaciones de ansiedad ante la obra, como lo menciona Fernando
Santiván, en El Mercurio del 3 de noviembre de 1935
Desgraciadamente,
creemos que le faltó a la segunda parte el vigor de realidad que supo prestarle
a la parte primera. Teniendo la protagonista la calidad espiritual, pudo
resultar la novela de una intensidad que la colocara entre las obras
descollantes de nuestra literatura.
1.1
EL ABRAZO DE LA TIERRA
El primer libro que Mari Yan publica es el Abrazo de la Tierra en 1933 y como ya
hemos mencionado una vez que el padre ha muerto. En esta novela se observa una
historia amorosa ambientada en el campo de la Zona Central de Chile, es
importante mencionar el contexto geográfico ya que en su narración Mari Yan da
gran realce a este aspecto y esto es destacado por la crítica literaria como
vemos a continuación:
Según
Juan Esterlich en Panorama de la Novela Chilena 1955 “Las notaciones del campo
son puras, castas, precisas… La autora tiene una sensibilidad especial por las
emanaciones de olor. No los define, propiamente. Obran, más bien, por
evocación. Pocas veces se da, sin desenfreno, una percepción tan intensa de la
naturaleza.
En cuanto a sus personajes, el principal es Ana
María, una joven de 20 años, que posee una “belleza incorrecta, variable, toda
de expresión, tenía el nimbo romántico, la marca seductora, de la
espiritualidad” (p.12) pertenece a la clase acomodada chilena que vacaciona en
fundos. Sus familiares más cercanos son su padre y la hermana de éste, tía que
representa la opresión patriarcal ante la ausencia de la madre muerta hace ya
algún tiempo, sin embargo, Ana María “amaba esa vida monástica y ese paisaje
sin holgura […] allí transcurrirían dulcemente sus días sin más paréntesis que
los cambios anuales del colegio de monjas a las vacaciones en el fundo y de las
vacaciones del fundo al encierro de las monjas.” (p.19)
Ana María está comprometida con Enrique, de 33 años,
“al cual creía querer”. Él es un hijo de
hacendado que la quiere de manera fría, casi utilitaria, encontrando que los
afectos son debilidades e impidiendo que Ana María pueda conocerle. Se refiere
a él como “Apagador de impulsos. Muro que detiene, muro que ahoga…” (p.38) y en
el momento de proyectarse, al pensar en el compromiso matrimonial que le espera
“Una sombra pensativa pasaba por la
mirada de ella. La felicidad… ¿Qué otra cosa podía ser que esa quietud, remanso
de calma, aguas inmóviles que ningún oleaje había agitado jamás?” (p.42).
Mientras tanto, Enrique se complace en imaginar para el futuro “una Ana María
transformada por él, amoldada a sus gustos mediocres, modelada según el
concepto que él tenía de una buena casada.” (p.41) aparece esta visión
Victoriana de la buena casada, mujer de la casa, buena esposa, madre y
servicial, que precisamente no es sólo el concepto de Enrique en la novela,
sino que es el concepto de una sociedad que “encomiaba a las jóvenes el
sometimiento, la modestia y la abnegación: recordando a todas las mujeres que
debían ser angelicales.” Pues “si la esposa debe su ser a la comodidad y
provecho del hombre, es muy razonable que sea cuidadosa y diligente en
contentarlo y agradarlo.”[4]
El conflicto amoroso en la novela, se hace presente
de manera abrupta, sacando de la monotonía a los personajes y permitiendo el
desarrollo de las ilusiones de Ana María. Con la aparición de Juan Carlos Almeida,
el triángulo amoroso se configura rápidamente y la protagonista tendrá que
optar, con dificultad y temor, por una de sus posibilidades amorosas: el miedo
a lo desconocido y hasta cierto punto, prohibido que representa este apuesto y
extrovertido joven que viene desde París para tomar posesión como heredero del
fundo vecino, o continuar con su prometido y el desgano de una relación que no
presenta horizontes que no sean convertirse en la “Perfecta Casada”. Estos
acontecimientos le harán preguntarse por su vida pasada y presente, de los que
sus reflexiones no son alentadoras. “¿Qué había hecho hasta entonces de su
vida? Le parecía de pronto que los años transcurridos se habían adicionado
silenciosos y huecos, que ella había marchado a ciegas. Es verdad este fundo
parece una prisión…” (p.95)
El único momento amoroso explícito que se retrata en
esta novela marca el punto cumbre en la dicha de la protagonista, dejará por un
momento sus miedos y aprensiones para mantenerse incondicional y firme ante el
nuevo amor, el que ella cree definitivo y verdadero.
La
joven volvió la cabeza incapaz de sostener esa mirada que enturbiaba la fiebre
del deseo. Pero él se aproximó aún más y de pronto la besó en los labios con un
beso interminable. Un estremecimiento profundo, misterioso, la sacudió a ella
hasta el fondo de su ser. Cerró los ojos y se quedó pálida, con una belleza de
agonizante. (p. 122)
Ana María se siente liberada del futuro que antes de este momento,
se mostraba sombrío junto a un hombre frío, toma conciencia de la pesadilla que
su relación con Enrique le deparaba.
Ve
en imaginación lo que será su existencia con Enrique, en el corazón de esas
tierras, dentro de la casa de muros aplastantes en que la vida sólo se inspira
del pasado. Adivina los días monótonos, sin más objetivos que la labor
doméstica a la vera del brasero. Imagina las conversaciones insulsas, siempre
sobre los mismos temas; el hastío en común; la vida estancada en que las
pasiones duermen arrulladas por el concierto imperturbable de los grillos y las
ranas… siempre igual, hoy, mañana y todos los días que siguen, y las semanas y
los meses y los años, hasta que al fin vendré la muerte, silenciosa como fue la
vida, y todo continuará… Una expresión de horror se pinta en sus pupilas. (125
p. 126)
Este cuadro, es la clásica transformación de ángel de la casa en ángel de la muerte, esta reclusión matrimonial y la falta de
motivación la lleva a imaginarse un futuro en que sólo queda aguardar la hora
de la muerte para concluir el tedio. Ana María toma la decisión de cambiar su
destino, comprende en la ignorancia amorosa en que se encontraba y siente nacer
en ella una mujer nueva, distinta y enamorada. Termina relaciones con su
prometido y comienza a vivir una vida nueva, con ilusiones y alegría. Pero
pronto su tía, quien defiende la tradición moral y la quietud de la mujer la
devolverá a la realidad de su condición. Inmediatamente sus sueños se vendrán
abajo, comenzará la caída de Ana María, el desamor y desengaño. Ya está pronto
el desenlace y la novela se transforma en un cúmulo de desaliento y pesimismo,
esta es la conversación que la llena de miedos y la vuelve incrédula.
-
Noto
en ti, hija, desde hace días, cierta desorientación que no deja de inquietarme.
Tienes una alegría chocante, fuera de lugar. No te ocupas de ninguna cosa
seria: ríes, lees y cantas; hasta has abandonado tu labor… ¿te parece bien?
(p.145)
-
Y
si crees que el Almeida se va a casar contigo… Ni contigo, ni con nadie: esa
laya de hombres no se casa. (146)
Ante estas últimas palabras Ana María se torna recelosa
y guarda distancia de Juan Carlos, instancia que coincide con los rumores de
que ha vendido el fundo y regresa a París. Pierde la alegría y seguridad
acudiendo ante el espejo para observarse enferma un ángel de la muerte.
Vio
su fisonomía reflejada en las aguas turbias del cristal. No, se dijo
contemplando sus ojos desmesurados, su tinte pálido, su boca herida, ansiosa
que sangraba. No, no se casará conmigo; es imposible que me quiera. Y hundida
bajo el peso del desastre, salió lentamente del salón. (p.148)
Finalmente su amor no puede ser y la realidad que
anunciara su tía se presenta cruel ante sus ansias, Juan Carlos se va
prometiendo regresar, pero ambos saben que no será así y todo queda en una
trunca historia de amor en que la principal damnificada es la mujer, es Ana
María quien no tendrá más remedio que asentir la vuelta de Enrique y asumir su
desdichado destino que lo resume así en las últimas líneas del libro.
¡Cómo se
descomplica la vida y con qué facilidad todo se aquieta a su alrededor! La
ventana abierta a la luz se cierra empujada por mano invisible; los muros
coloniales emparedan su mente otra vez. Y ella siente en su interior, una voz
que murmura dulcemente:
<> (p.196)
En esta novela se puede apreciar claramente la
transformación que sufre su protagonista de ser un ángel de la casa, la mujer abnegada, amorosa, comprensiva que se
debe a su hombre, incapaz de ir en contra del destino trazado y que se deja arrastrar
sin esperanza a un desenlace que puede terminar con ella enferma, loca o mejor
aún muerta. A esta última imagen asistimos en el desenlace y palabras finales
de El abrazo de la tierra a esas
voces dulces conformistas y malvadas que le dicen que se convertirá en un ser
sin voluntad, un sonámbulo sin la esperanza de que un príncipe azul llegue a
despertarla de un beso, pues la voz es bien clara, “para siempre… vas a dormir”
configurándose así el ángel de la muerte.
1.2
MUNDO EN SOMBRA
Esta novela inicia con un Prólogo de la autora en el
que se vale de un argumento conocido como Tetra
del débil[5]
para evitar generar expectativas y asegurarse un trato menos hostil de parte de
la crítica literaria y de los lectores. Gilbert y Gubar en su libro lo explican
de la siguiente manera: “Si se negaba a ser modesta, a despreciarse, a ser
servil, si se negaba a presentar sus producciones como meras insignificancias
ideadas para divertir y distraer a los lectores en momentos de ociosidad, podía
esperar que se hiciera caso omiso de ella o que se le atacara (a veces
insidiosamente)”
El
libro que presento hoy al público no desenvuelve una trama complicada ni expone
problema alguno […] “Mundo en sombra” es sólo una novela de cuadros, de atmósferas
y de vibraciones íntimas […]
A pesar, de la utilización de esta artimaña, la
crítica literaria fue dura con Mundo en
sombra, precisamente criticando las historias que María Flora pretendió
narrar en su novela. Críticos de la época, como Alone o Santiván comentarán
ácidamente esta obra. Tal vez exista alguna relación entre el prólogo y la
recepción crítica, quizás la obra aún presentaba dudas a su autora o por lo
menos permitió que éstas se tornaran reales ante la crítica que no sólo habla
de la obra, sino, que se refiere al género de su autora de manera por lo menos
misógina.
Crónica
literaria por Alone 25 de agosto de 1935
Esta
escritora pertenece a la aristocracia y ha vivido en el medio elegante de la
gente rica. Todos sus recuerdos, todas sus impresiones, desde las más lejanas,
hasta las más próximas, háyanse asociadas a personas de alta cultura y sus
viajes al extranjero han contribuido a refinar su sensibilidad y su gusto,
proveyéndola de un material de imágenes que se diría el más apropiado para
realizar una obra fina y alejarla de los aspectos vulgares de la existencia.
“Mundo en sombra” paradoja viviente, demuestra la fragilidad de semejante
lógica […] Y todo está admirablemente
descrito, con soltura y abundancia. Vibran los colores y las palabras y hay
esos rasgos gráficos, esas expresiones felices que vienen de una fruición
interna propia del artista que se siente en su terreno […] Cuando el niño crece
y empieza su relato psicológico, el de un ser aislado, tímido, encerrado dentro
de sí, amurallado por la frialdad del corazón, nosotros comenzamos a sentir que
la autora está inventando y la novela adquiere un aire de novela convencional
desanimada. La ilusión desaparece. Pero, de todas maneras, resulta extraño el
apagamiento de condiciones tan brillantes y tan firmes como las que al
principio se revelan. Todo el resto de “Mundo en sombra” se lee, porque hay que
leerlo, no por gusto [...] Pero Mari Yan posee un talento demasiado vigoroso
para no reaccionar. Sabe muchas cosas, acaso no le falta un conocimiento más,
el de sí misma, el de su camino propio. Sin la pretensión de indicárselo,
creemos que la mejor manera de ayudarle a que lo encuentre, consiste en que
cada cual le diga, con ruda franqueza, la impresión que su obra produce,
poniendo de relieve así lo que ofrece de sólido como lo que presenta de vacío.
Fernando
Santiván en El Mercurio con fecha 3
de noviembre de 1933
[…]
Creemos que dominó a la autora durante el trabajo cierta impaciencia por
terminar, y ello contribuyó a que su obra quedara, hacia el final, como
abocetada y en desarmonía con la fuerza vital de la primera parte.
El
prólogo predispone, la tetra del débil
condiciona y comenzamos a leer esta novela sin mayores expectativas. Mundo en sombra intenta diferir en todo
a su predecesora El abrazo de la tierra,
el ambiente en el que se desarrollan las historias y los personajes ya no es el
mundo rural y en esto vemos una necesidad de la autora por incursionar en el mundo
de la pobreza del suburbio. Mari Yan, parece desoír las favorables críticas hechas
a su anterior novela, que decían relación con el mundo campesino y con la
lograda caracterización de los personajes secundarios e incidentales, quienes
reproducían el fiel retrato del campesinado chileno. En esta obra es el mundo
urbano, más sofisticado, más complejo, el que servirá de sustento para mostrar
las indefiniciones y padecimientos de sus personajes. El protagonista es
Gabriel, quien tiene las mismas crisis existenciales evidenciadas por Ana María
en el Abrazo de la tierra. Es
inseguro, sufre a causa de sus nervios femeninos, se enamora rápidamente y su
amor se extingue con la misma facilidad con que aflora. Finalmente, Irene es su
amor más significativo, opuesto en calidad espiritual y sin nada en común.
Mundo en sombra
inicia con la descripción del suburbio en donde se desarrolla el primer tercio
de la novela. El almacén La Suerte es
el lugar en el que crecerá Gabriel,
apartado de todo lujo y afecto ya que su padre intenta salir adelante
mediante la austeridad y la madre que parece más muerta que viva.
Su
madre, doña Perpetua Gálvez de Román, raquítica, exangüe, con un rostro que
tenía el color amarillento […] lacerada por la muerte del hijo mayor ahogado en
un canal, lo había amamantado entre sollozos, sofocando hipos de angustia,
ahuyentando morbosas visiones de aguas torrentosas y turbias que devoraban la
carne de su carne. (p.11)
Vigilaba
a diestra y siniestra con su aire torvo de ave de rapiña. Todo en ella evocaba
el hospital y el ataúd: su cuerpo menudo y miserable; su rostro de viejo
pergamino en el que sólo vivían los ojos; sus palabras apagadas que parecían
caer de los labios envueltas en una baba de agonía. Hasta su manera de moverse
tenía algo de espectral: se deslizaba como una sombra sin hacer ruido. (15 p.
16)
Es interesante que en las primeras páginas se haga
una descripción tan detallada y negativa de la madre que muere prematuramente
(p.21) y desaparece hasta del recuerdo en la página 27. Esta parece ser la justificación
para el desarrollo anómalo del carácter psicológico de Gabriel. La autora,
culpa y responsabiliza a la madre de lo amargado y fracasado del hijo, claro, no
es explícita esta sentencia, pero llama la atención que la madre desaparezca de
la vida del muchacho dejando un recuerdo tan inocuo en él, que ni siquiera
llora en su funeral, preguntándose si quizás en algún momento la quiso. Surge
esta figura contradictoria, que no intervendrá más en la novela, que ya ha
causado suficiente daño provocando estragos y complejos en la personalidad del
protagonista. Este hecho, es la escusa por la cual Mari Yan pretende que
juzguemos a Gabriel. La madre es el ángel
de la muerte, esta mujer que ya no tiene sueños, que se ve enferma y parece
muerta y que sucumbe ante una vida desgraciada repleta de negaciones, sometimiento
y abnegación, que la enferman socialmente y que finalmente termina muriendo de
una enfermedad física.
Con el paso de los años, el padre y su negocio cambian
de sector, comenzando una sostenida prosperidad. A esas alturas del relato, Gabriel
se ha transformado en un “hombre bien formado y atrayente” y su “educación más
o menos cuidada, su infancia triste, sus nervios de mujer, han suavizado,
aceitado la máquina ruda de su naturaleza de plebeyo” (p.35) También ha hecho
amistad con Fernando Marticorena un “muchacho sin fortuna pero de abolengo
ilustre” Admira de su amigo los dones que él no posee,” insolencia, confianza
en sí mismo” (p.36)
Gabriel sufre por muchas cosas “tiene una exagerada
tendencia al análisis, sobre todo a la autocrítica”, no logra vincularse
socialmente con mujeres, siente el fracaso de su falta de personalidad y
comprende que “nunca en ningún terreno sería cumbre, que no existía en él la
fuerza creadora que abre caminos; entonces se resignaba a seguir pasivamente la
huella gris que le señalaba su padre.” Hasta aquí, da la impresión que el
personaje de Gabriel es una mujer encubierta, una de esas mujeres
estereotipadas de la literatura masculinizante. En cierto modo se asemeja
bastante a Ana María de El abrazo de la
Tierra pues Gabriel es incapaz de revelarse completamente del sino amargo
que su condición le tiene deparado, es como la mujer ángel que debe ser
condescendiente, sin un “yo” definido, que mantiene la farsa de su vida para no
importunar a quienes representan una estabilidad hasta cierto punto alienante.
Por otro lado surge la dificultad de ser, al estar al abrigo de un padre que
monopoliza los sueños, convirtiendo a su hijo en una prolongación ideológica
social de sus propios proyectos. Es imposible, que éste logre siquiera actuar,
principalmente debido a su condición subordinada. Esto es lo que a muchas
mujeres les sucede en el ámbito de la literatura y que la misma María Flora
sufre en carne propia con su padre.
Tampoco
publiqué artículos mientras fui hija de periodista. Mi padre era mi verdadero
maestro. Cualquier tema en sus labios cobraba interés, amplitud, vuelo […] le
conté que había empezado una novela y que pensaba publicarla en cuanto
estuviera concluida. Él se enderezó en la cama, alarmado.
- “¡Cómo! ¿te vas a lanzar de repente al
público con una novela? – exclamó- Nunca has publicado nada; empieza con un
artículo o con un cuento.” Eso explica
que yo sólo haya publicado después de su muerte.
La novela continúa por el camino de las decepciones y
el pesimismo, las ilusiones rápidamente son apagadas por la realidad que se
empeña en hacer a Gabriel infeliz, claro que el personaje, no hace mayor esfuerzo
para modificar su suerte. Es así que prefiere destruir su “yo” íntimo mediante
el alcohol y la juerga, que finalmente es un escape ante las dificultades de
insertarse social y afectivamente a una sociedad que le es muy aplastante.
Gabriel
decidió sacudirse de encima el inútil bagaje del ensueño y hacer abortar en su
alma todo impulso que respondiera a la emoción […] y…cada paso que daba en
aquel camino, le parecía un triunfo obtenido sobre su “yo” íntimo y sobre la
vida […] se hizo la ilusión que había amordazado para siempre su sensibilidad y
que nacía en él un hombre nuevo: fuerte, frío, invulnerable. (63 p. 64)
Pero esta autodestrucción no puede durar para
siempre y conoce a Berta. Se ve una luz de esperanza, pero será sólo una
ilusión ya que bastarán dos años para que su matrimonio se transforme en una
pesadilla. Es interesante notar cómo Mari Yan dibuja aquí -siguiendo la
tradición patriarcal de los estereotipos- la transformación de Berta de una
casada ideal para Gabriel, trabajadora, amante y sencilla, un ángel de la casa, en un monstruo
sediento de atención, de dinero y de incomprensión, es una bruja entre sus
cacerolas y sus vapores, no se preocupa de su aseo y ya no lo ama, sólo espera el
bienestar económico. Veremos cómo Berta sufre esta transformación.
Mujer “ángel de la casa”
Fue
entonces cuando conoció a Berta (…) era transparente como el agua de una
fuente, sin oleajes sin misterio. Tenía pupilas de primera comulgante y una
belleza de espiga de trigo ante el sol mañanero. Confesó que le gustaban los
folletines de amor y que ella misma confeccionaba sus vestidos y sombreros. (p.
64)
Mujer
“monstruo” bruja, demonio.
Detrás
de sus grandes ojos de primera comulgante, se esconde una voluntad de acero.
Testaruda, limitada y metódica, no ha sabido hacer de su cerebro sino un molde
de afanes caseros. Pasa la vida entre la cacerola y la tabla de planchar,
contando los terrones de azúcar y refunfuñando a media voz contra el gasto
excesivo. (p.70)
… la
encuentra olorosa a horno y a lavaza, ataviada con amplio delantal que la asemeja
a una criada. En cuanto ve a su marido, trata de envolverlo en la red de sus
mezquinos afanes, y si el espíritu de él se revela o se evade, ella tórnase
acerba, ceñuda e inquisidora (p.70)
Cansado de esta situación, Gabriel pedirá al padre
que lo envíe a París en viaje de negocios, para firmar nuevos contratos de
importación y renovar proveedores para la tienda. El padre acepta y nuestro
personaje tendrá tres meses para descansar de su mujer e iniciar un romance con
una chilena viuda y millonaria, “de una belleza sin edad” que vive en la Ciudad
Luz. Nuevamente nuestra autora nos mostrará la evolución de una mujer, pero
esta vez lo hará en sentido inverso. Irene, la viuda millonaria, es descrita en
un comienzo como un ser despreciable, una máscara de apariencias, para luego
transformarse en una sensible enamorada que sufrirá por la ilusión, ella está
dispuesta a negar su “yo” para agradar a Gabriel que la seduce
inconscientemente y jamás se convence mostrando el temor que ya hemos
mencionado.
Mujer
“Monstruo”
No
perdía conferencia, frecuentaba todos los conciertos, cultivaba a los artistas,
pero en realidad su cultura consistía en hablar tres idiomas y en resbalar un
ojo sobre cada libro europeo que venía a
la luz. Fachada sin cimientos, decoración sin fondo, era la torre de su
erudición. A pesar de su apariencia altiva, obtenida por educación y por
control, era una sensible, una super-sensible que jugaba a ser mujer fatal. Se
sabía atrayente y jugaba a ser coqueta, con una coquetería fría que no tomaban
parte ni su corazón ni sus sentidos. Se creía invulnerable y trataba a los
hombres desde una gran altura, con ademanes de reina, pero el homenaje
masculino le era necesario para vivir.
Su cualidad predominante era la sobriedad que a veces la revestía de cierta
rigidez. Nunca se desmedía ni en sus palabras ni en sus actos. (p.91)
“Ángel
de la casa”
Trató
de evitarlo y no volvió a salir con él. Era un tácito consentimiento de su
cuerpo junto a una rebelión exasperada de su alma. Su amor la arrastraba; su
educación su orgullo, sus prejuicios la retenían. Evitaba a Gabriel, pero aún
lejos de él, la envolvían sin cesar sus palabras, su presencia, su olor tan
peculiar a agua de Colonia y a tabaco. Y veía junto a su rostro, la expresión
un poco animal de aquel otro rostro saturado de deseos impuros. Pero repudiaba
toda idea de acercamiento entre los dos y se mantenía en actitud altanera, casi
hostil. (p. 100 Mundo en sombra)
La noche
previa al retorno de Gabriel a Chile, Irene “En
un impulso de pasión, intenso y devorante como una agonía, subió hasta el
cuarto que él ocupaba en el hotel, golpeó a su puerta y cayó en sus brazos con
el ansia desesperada de alcanzar la plenitud de su amor en aquella última noche
que se extinguía sin mañana.” (p.101) Luego de esta escena amorosa (la única de
las tres novelas en que el sexo está involucrado) pasan dos años en que Irene sufre de
incertidumbre por saber si Gabriel se ha enamorado de ella, sueña y recrea los
momentos vividos, el miedo se apodera de su alma y surgen las imágenes
apocalípticas.
Parecíale
que el tiempo la devoraba, que mañana su cuerpo joven estaría manoseado por la
vejez, sus labios inútiles ya para besar y sus ojos apagados por la helada
indiferencia del no ser. “hoy me veo aún hermosa, mi cuerpo es duro, mi piel es
suave; mañana…” Un estremecimiento de horror la agitaba: creía ver que el
crepúsculo de la edad envolvía ya su carne de treinta años y que el amor sólo
llegaba a ella como el aleteo de una nostalgia o de un recuerdo. (p.108)
Para terminar con todo este sufrimiento, luego de
dos años decide viajar a Chile y enfrentar a Gabriel, sólo para sufrir la
desilusión más grande de su vida al enterarse de labios de su amado que todo ha
sido una ilusión de su parte, que es imposible que el amor esté presente entre
ellos. Irene intenta resistirse, no aceptar la realidad, pero termina por
convencerse de que Gabriel no le corresponde y que ha malgastado su tiempo y
amor.
Me gusta
cómo eres, afirmó ella, ansiosa de engañarse a sí misma. Sin embargo, empezaba
a sentir una atroz decepción. Mil veces había vivido en imaginación el momento
en que revelaría su amor; de antemano había escuchado las palabras de Gabriel y
saboreado su halago, su emoción. Y en vez del ensueño que su mente forjara, un
ser acartonado le contaba su fatiga de vivir. (p. 117)
El libro concluye de manera pesimista con una Irene
retornando a París despechada y con Gabriel resignándose al oscuro camino
sembrado por el padre, que dicho sea de paso hace un año que está muerto, pero
a diferencia de lo que la muerte del padre significó para la autora, en Gabriel
la falta de vitalidad y conformismo pueden más y no es capaz de torcerle la
mano al destino.
“Había
llegado a la oficina. No hay remedio, se dijo, para mi mal y sentándose frente
a su mesa de trabajo empezó una carta […] Cuando terminó de escribir, salió a
la calle y caminó sin rumbo.” (p. 137)
1.3
ESPEJO SIN IMAGEN
Esta es quizás la novela mejor lograda de las tres que
analizamos en este artículo. Clarisa, joven preceptora, llega en compañía de su
madre a vivir en el fundo Los Olmos.
Aquí conocerá el amor y cree que podrá dejar atrás el pasado que le ha obligado
a escapar de un matrimonio por conveniencia concertado por su propia madre con
el fin de mantener la tradición de la mujer casada a cargo de las labores
domésticas, sin pasar zozobras, pues el hombre es quien tiene la obligación del
sustento.
Y
pienso: Si asintiendo al deseo de ella, me hubiera casado con don Pancho
Cautín, no me vería hoy obligada a trabajar. Mi existencia correría ociosa, en
el ancho bostezo de ese bienestar material que ignora la punzante inquietud del
mañana… Pero no ¡mil veces, no! Prefiero seguir siendo una humilde maestra. (p.
8)
En este párrafo vemos cómo Clarisa inicia en la
novela mostrándonos su rebeldía en contra de lo que la madre la aconseja. Sin
embargo de a poco irá sintiéndose encerrada por el entorno físico y social del
fundo, aprisionada por el deber moral que su cargo reviste.
Los Olmos está encajado en un
valle angosto, largo, sin holgura, que a veces se me antoja una prisión. Jamás
un horizonte que ensanche la mente y deje ir el pensamiento en un ilimitado
vuelo, como un pájaro errante. Siento la impresión de que esta cadena de montes
es muro infranqueable que me aísla de la vida. Y al mirarlo nace en mí,
irresistible una inmensa nostalgia vagabunda. (p.13)
Clarisa necesita una figura viril que la domine y
subyugue esa rebeldía que trae, espera el amor y como los demás protagonistas
de las novelas de María Flora Yáñez, el enamoramiento es fulminante. Pronto lo
encontrará en Reinaldo Salazar, administrador del fundo, casado y dos hijas. De
todas maneras, esto no será impedimento para que ella construya castillos en el
aire y se enamore rápidamente de Reinaldo.
Y empecé
a soñar, a divagar, a construir un castillo que llegaba hasta el cielo. (p.19)
Es
que los sueños son mi verdadera vida. Sí. Me complace a veces verme gloriosa,
yo que carezco de los más elementales dones para serlo; yo que, a más de tímida
soy opaca e insignificante. (p. 21)
Instintivamente
cojo la mano que él me tiende, y ese contacto fuerte y rudo me hace
experimentar una sensación de refugio seguro.
Y… embrujo quizás de la hora, del cielo o de nuestra larga plática: ¡me
parece pronto estar en adoración ente el dios Pan! (p. 31)
Luego,
su papel de jefe, su energía, el cetro que lleva de animador de estos campos,
le prestan un prestigio y una autoridad que subyugaron a la apasionada que hay
en mí, ávida de prosternarse ante el hombre superior, fuerte y viril. (p.76)
Podemos ver como los arranques de rebeldía sucumben
ante el amor o la perspectiva de este. Lo que ella siente por Reinaldo está
cargado de un componente sexual, es la pasión lo que ella desea, cada roce es
exacerbado, por las noches le cuesta conciliar el sueño y piensa todo el tiempo
en él, lo idealiza, lo convierte en héroe, en víctima; en todo lo que su
fecunda imaginación promueva, realmente Clarisa vive imaginando y esperando, al
borde de la locura.
Mi
cuerpo se estrecha a su cuerpo y cojo su brazo, aquel brazo viril y rígido que
ya conozco, que me da su envolvente protección, pero que marca inexorable la
distancia, tratando de impedir cualquier contacto epidérmico. (p.41)
Y
ahora es tarde para luchar contra esta marea de sentimientos que hierven dentro
de mi alma. Soy la víctima de mi exaltación y sobre todo de mi soledad. Vivo en
estado de angustia incesante. Durante las noches velo hasta tarde para saborear
largamente el embrujo de su ventana, esa ventana inflamada, allí, frente a mi
casa, que me mira como un ojo humano y tras la cual, él vive, piensa, sufre.
(76 p.77)
Y en esta novela también acontecerá lo que en las
anteriores, Clarisa transitará entre el delirio y la decepción, se ilusionará
con la posibilidad de que Reinaldo se divorcie, pero sabe que eso es difícil. Sin
embargo, de quien Reinaldo está realmente enamorado es de su trabajo, del campo
que administra, eso es lo que le quita el sueño; lo demás, ayuda a sobrellevar
la vida, pero nada más y Clarisa lo comprende, pero no se convence.
Sólo
soy para él una mujer dulce y tranquila. No sospecha que otras mil mujeres
viven dentro de mí ser. (p. 84)
Siento
que empieza para mí el velorio de un pobre romance de tres meses. Y miro
lúcidamente, mi porvenir sin esperanzas. Veo con pasmosa realidad, lo que seré
dentro de algunos años: solterona arrugada y virtuosa que sólo tendrá como
objetivo aliviar el dolor y la miseria de los otros. ¡Generosa misión! Pero,
Señor, yo aspiraba a algo más. ¡Vivir mi vida propia con su parte de amor! (p.
101)
Estoy
enferma de ansia, de proyectos. No pensar. No sentir. Cerrar los ojos y
esperar… (p. 104)
El futuro se ve incierto y pesimista, las cosas no
andan bien en el fundo, al levantamiento obrero que con dificultades logró
controlar Reinaldo, se le suma un posible cambio en el cargo de administrador.
Esto último, lo tiene intranquilo y Clarisa intuye que nada bueno le espera.
Presionado por el cambio de administrador Reinaldo
decide suicidarse con un tiro en los sesos. Hasta aquí llegan las ilusiones de
Clarisa, siente su muerte igual o con mayor intensidad que la viuda, se ha roto
la posibilidad de ser feliz y ella sabe claramente que este dolor será para
siempre. Finalmente decide aceptar una vacante para trabajar en una ciudad
cercana y se marcha dejando atrás sus ilusiones y llevándose el dolor.
Provistas
de nuestras maletas, nos sumergimos en el seno hostil e indiferente de la urbe.
No quiero rememorar más. Algo hay definitivamente roto en mis entrañas. Estoy
dañada para siempre.
Esta novela termina como lo hacen las otras, con
decepción, finales tristes pera historias de tristeza que muestran el mundo
femenino acorralado y sin opciones reales de alcanzar la felicidad, temor a la
soledad y resignadas a este miedo que ya no es algo completamente desconocido
para lo que vienen siendo sus existencias.
2.
CONCLUSIÓN
La obra de María Flora Yáñez está compuesta de 14
publicaciones; ocho de ellas son novelas, dos memorias, dos libros de cuentos y
una antología. Su trayectoria literaria se prolonga por casi 50 años en los que
actuó de manera comprometida con la literatura nacional. Todo esto la convierte
en una escritora de fuste de las letras chilenas, sin embargo al comenzar este
artículo mi conocimiento de ella era nulo y debo reconocer que llamó mi
atención su parentesco con Pilo Yáñez o mejor conocido como Juan Emar. Al
momento de comenzar a investigar me encontré con la abrumante falta de material
sobre Mari Yan y al consultar e iniciar conversaciones con estudiosos de las
letras nacionales, sus conocimientos no pasaban más allá de algún dato
bibliográfico. Todo esto es extraño considerando su trayectoria, número de
publicaciones y vinculación con el campo literario chileno, además en su
palmarés figuran dos premios de relevancia a nivel nacional como son: el premio Atenea; 1947 por las memorias “visiones de
infancia”, y el Premio Municipalidad de Santiago; 1954 por la novela “La
Piedra”. La recepción crítica también le favoreció
presentándola como un talento capaz de pasar a la posteridad por su calidad
descriptiva.
L.D
La
señora Yáñez es un poeta que sabe sugerir por medio de ese secreto mágico que
guarda el idioma cuando se sabe manejar, toda esa recóndita gama que abriga la
sensibilidad de una mujer enamorada y
soñadora.
F.
El Mercurio 27 de septiembre de 1936
Mari
Yan tiene ganado un lugar en las letras chilenas. Mujer nacida con todos los
dones para entregarse a una vida fácil y agradable, levanta su rebeldía de
escritora en un hermoso gesto desdeñando el comentario pueril que se encona
siempre con la mujer que se singulariza. Y ya ha realizado una obra que puede
permitirle una postura más holgada, valiente y vigorosa en nuevo libro que sin
duda se impondrá por los méritos que de sobra adornan a la escritora.
Entonces ¿qué pasó con María Flora Yáñez?, ¿Por qué hoy
no es leída, ni conocida?, da la impresión que su salida del canon puede
deberse a su condición de mujer, pero no sucedió lo mismo con Marta Brunet y
María Luisa Bombal, contemporáneas y con quien se le asocia en el estudio de María Jesús Orozco Vera, de la Universidad de Sevilla, titulado “Literatura y
Subversión: Proyección de la fantasía en la obra de Marta Brunet, María Flora
Yáñez y María Luisa Bombal” Cabe señalar que Brunet y Bombal son leídas
actualmente, se realizan reimpresiones de sus obras, como las obras completas
de Bombal en la Editorial Zig-Zag. Además son sugeridas como lecturas en la
educación formal Chilena. Estas interrogantes quizás sean objeto de nuevos
estudios, tal vez hieran la curiosidad de alguien y pueda rescatarse esta
figura de las letras femeninas nacionales.
Volviendo a nuestro tema, en las tres novelas de
María Flora Yáñez, como quedó demostrado en el análisis de cada una de ellas,
los personajes femeninos tienen una importante similitud en cuanto a sus
motivaciones, sueños y decepciones; que principalmente son de carácter amoroso.
Ellas recrean un mundo imaginario en torno a la figura de los hombres que aman
y esto a pesar de las dudas sobre el carácter psicológico que mueve a estos
hombres trágicos, anodinos e insufribles, como lo que menciona Gabriel en Mundo en sombras.
“Vivía
tranquilo, sin amor, sin dolor. “Es lo que deseo, se decía siempre, sólo el
placer, el placer que mientras más se conoce, más huele a cadáver”” (p.113)
Sin embargo, sus protagonistas continúan adelante
con sus afanes, en contra de las evidencias, de los comentarios, consejos y
decepciones que sufre en el tránsito de sus “relaciones” y las escribo entre
comillas porque ninguna de ellas es una relación en su sentido completo. La
concreción del idilio amoroso, apenas se logra, un roce es magnificado, tomarse
de la mano es sinónimo de amor y un beso es lo máximo en cuanto a sensualidad
se refiere, sus protagonistas sufren de un deseo reprimido por sus propias
inseguridades que a la larga serán un impedimento para siquiera asomarse a la
posibilidad de amar, ya que esta sensación inestable e insufrible parece
convertirse en atmósfera brumosa en que sus personalidades navegan sin mayores
problemas que el de constantemente transitar de un estado a otro, sin
esperanzas, con resignación.
Esta montaña rusa de emociones en que se pasa del
amor y la felicidad cayendo a la decepción pesimista de un futuro imposible
marcado a fuego por el desengaño que se tiende a generalizar vislumbrando vidas
sin futuro, aún siendo sus personajes muy jóvenes, Ana María de 20 años,
Clarisa de 28, Irene de no más de 30 y por qué no Gabriel también de menos de
30 años. ¿Qué pasa a estos personajes, cómo se resignan tan rápido y no
continúan dando batalla por ser felices?, Tal vez se deba a lo central de
nuestro argumento, quizás son estos complejos y ansiedades propios de las
autoras de esta época, los que incidan tan fuertemente en la conformación de
personalidades grises que finalmente no esperan nada de la vida y se conforman
con destinos trazados por la tradición, la sociedad o la falta de ánimo. Son
los nervios propios de los personajes femeninos, de los estereotipos
construidos durante siglos en la literatura occidental y patriarcal. Mari Yan
no puede escapar de su época, menos sus personajes y sus sombríos mundos, al
miedo a ser felices y a vivir.
BIBLIOGRAFÍA
Bourdieu, Pierre. 1995. Las
reglas del arte: génesis y estructura del campo literario..El punto de vista del
autor, algunas propiedades generales de los campos de producción cultural. 319 p. 320. Barcelona: Anagrama
Gilbert,
Sandra y Gubar, Susan. 1998. La loca del desván. La escritora y la imaginación
literaria del siglo XIX (1978). Cátedra.
Esterlich,
Juan. Panorama de la Novela Chilena, Cap. XIII. María Flora Yáñez y sus novelas
de la vida espiritual. 1955
Ludmer, Josefina. “Tretas del débil”. La sartén
por el mango. González, Patricia Elena y Eliana Ortega (comp.). Puerto
Rico: Ediciones El Huracán. 47-54, 1984.
[1] Gilbert,
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[2]
Bourdieu, Pierre. El punto de vista del autor, algunas propiedades generales de
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[3] Esterlich,
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[4] Gilbert,
Sandra y Gubar, Susan. 1998. La loca del desván. La escritora y la imaginación
literaria del siglo XIX (1978). Cátedra.
[5] Ludmer, Josefina. “Tretas del débil”. La sartén
por el mango. González, Patricia Elena y Eliana Ortega (comp.). Puerto
Rico: Ediciones El Huracán. 47-54, 1984.
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